A los poderes (del Estado) y a los poderosos no les interesa que las cosas cambien en la justicia. Menos a los operadores y a los abogados; tampoco a los ciudadanos, dependiendo de sus conexiones y de su posición en la sociedad, pues, cuando tienen la posibilidad, se sumergen o se dejan absorber por un sistema tan bien afianzado que no puede desmontarse con una reforma.
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